viernes, 31 de diciembre de 2010

SONETO XXV - Pablo Neruda

Antes de amarte, amor, nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era del aire que esperaba.

Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.

Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,

todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.


Pablo Neruda

FELIZ 2011 PARA TODOS!!!!

 
Esperamos que este año que culmina haya sido excepcional y que el nuevo año que comienza sea el doble de genial!!!! 

un fuerte abrazo!!!

miércoles, 29 de diciembre de 2010

  Quiero

Quiero que me oigas, sin juzgarme.
Quiero que opines, sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mi, sin exigirme.
Quiero que me ayudes, sin intentar decidir por mi
Quiero que me cuides, sin anularme.
Quiero que me mires, sin proyectar tus cosas en mi.
Quiero que me abraces, sin asfixiarme.
Quiero que me animes, sin empujarme.
Quiero que me sostengas, sin hacerte cargo de mi.
Quiero que me protejas, sin mentiras.
Quiero que te acerques, sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten,
que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas, que hoy,
hoy podés contar conmigo.
Sin condiciones.

Jorge Bucay

Las Caracteristicas principales del Lider. "Piense y hagase rico" Napoleón Hill

Los factores siguientes son importantes en todo líder:

1. Valor inquebrantable, basado en el conocimiento de sí mismo y de la propia ocupación. Ningún seguidor
desea ser dominado por un líder falto de confianza en sí mismo y de coraje. Ningún seguidor inteligente puede
estar mucho tiempo dominado por un líder así.

2. Autocontrol. El hombre que es incapaz de controlarse, nunca podrá controlar a los demás. El autocontrol
es un ejemplo poderoso para los seguidores, que los más inteligentes emularán.

3. Un claro sentido de la justicia. Sin un sentido de lo que es justo y de la justicia, ningún líder puede dirigir a
sus seguidores y mantener su respeto.

4. Precisión en las decisiones. El hombre que vacila en sus decisiones demuestra que no está seguro de sí
mismo, y no puede conducir a otros con éxito.

5. Exactitud en los planes. El líder que tiene éxito debe planificar su trabajo, y trabajar su plan. Un líder que
se mueve por conjeturas, a ojo, sin planes prácticos ni precisos, es comparable a un barco sin timón. Tarde o
temprano acabará contra los arrecifes.

6. El hábito de hacer más de lo que le corresponde. Uno de los inconvenientes del liderazgo es el hecho de
que el líder debe estar dispuesto a hacer más de lo que exige a sus seguidores.

7. Una personalidad agradable. Ninguna persona desaliñada y descuidada puede llegar a ser un líder eficaz.
La categoría de líder requiere respeto.
Los seguidores no respetarán a un líder que no se destaque en todos los factores que conforman una
personalidad agradable.

8. Simpatía y comprensión. El líder de éxito debe ser simpático con sus seguidores. Además de ser
comprensivo con ellos y con sus problemas.

9. Dominio del detalle. Un liderazgo eficaz exige el dominio de los detalles de la posición del líder.

10. Disposición a asumir toda la responsabilidad. El líder de éxito debe estar dispuesto a asumir la
responsabilidad por los errores y los descuidos de sus seguidores. Si trata de eludir esta responsabilidad,
dejará de ser el líder. Si uno de sus seguidores comete un error, y queda como un incompetente, el líder debe
considerar que él es quien ha fallado.

11. Cooperación. El líder de éxito debe comprender y aplicar el principio del esfuerzo cooperativo y ser
capaz de impulsar a sus seguidores a hacer lo mismo. El liderazgo requiere poder, y el poder exige
cooperación.

Hay dos formas de liderazgo. La primera, mucho más eficaz, es el liderazgo con el consentimiento y la
simpatía de los seguidores. La segunda, el liderazgo por la fuerza, sin el consentimiento ni la simpatía de los
seguidores.
La historia está llena de pruebas de que el liderazgo por la fuerza no perdura. La caída y la desaparición de
dictadores y de reyes es significativa. Indica que la gente no acatará indefinidamente un lide-razgo por la
fuerza.

Napoleón, Mussolini, Hitler fueron ejemplos de líderes por la fuerza. Su liderazgo ha pasado. El liderazgo con
el consentimiento de los seguidores es el único perdurable.
Los hombres pueden acatar temporalmente un liderazgo por la fuerza, pero no lo harán por su propia
voluntad.
La nueva marca del liderazgo abarcará los once factores descritos en este capítulo, además de algunos
otros. El hombre que haga de ellos la base de su liderazgo encontrará abundantes oportunidades de liderar en
todos los órdenes de la vida.

Las treinta y una causas principales del Fracaso. "Piense y hagase rico"- Napoleon Hill

La mayor tragedia de la vida es la de los hombres y las mujeres que se empeñan seriamente en fracasar. La
tragedia reside en la abrumadora mayoría de personas que fracasan, en comparación con las pocas que
alcanzan el éxito.
Yo he tenido el privilegio de analizar a varios miles de hombres y mujeres, el 98 % de los cuales habían sido
catalogados como «fracasos». Mi análisis demostró que hay treinta y una razones fundamentales para el
fracaso, y trece principios importantes merced a los cuales la gente acumula fortunas. En este capítulo se dará
una descripción de las treinta y una causas principales del fracaso. A medida que lea la lista, vaya marcando,
punto por punto, cuántas de estas causas de fracaso se interponen entre usted y el éxito.

1. Antecedentes hereditarios desfavorables. Poco o nada es lo que se puede hacer por las personas que
nacen con un poder cerebral deficitario. Nuestro enfoque no ofrece más que un único método de salvar esta
dificultad, y es el trabajo en equipo. Vale la pena señalar, sin embargo, que ésta es la única de las treinta y una causas de fracaso que ningún individuo puede corregir con facilidad.

2. Falta de un propósito definido en la vida. No hay esperanza de éxito para la persona que carece de un
propósito central o de un objetivo definido al cual apuntar. El noventa y ocho por ciento de las personas a
quienes he analizado no lo tenían, y quizá ésa fuera la causa principal de su fracaso.

3. Falta de ambición para elevarse por encima de la mediocridad. No ofrecemos esperanzas a la persona que es tan indiferente que no le interesa adelantar en la vida, y que no está dispuesta a pagar el precio.

4. Educación insuficiente. Es una desventaja que se puede superar con relativa facilidad. La experiencia ha
demostrado que las personas mejor educadas son, con frecuencia, aquellas a quienes se considera que se
han hecho a sí mismas, o que se educaron solas. Para ser una persona con educación se requiere algo más
que un título universitario. Una persona educada es cualquiera que haya aprendido a conseguir lo que quiere
de la vida sin violar los derechos de los demás. La educación no consiste tanto en el conocimiento como en
saber aplicarlo con eficacia y persistencia. A la gente no se le paga sólo por lo que sabe, sino más bien por lo
que hace con lo que sabe.

5. Falta de autodisciplina. La disciplina proviene del autocontrol, y eso significa que uno debe controlar
todas las cualidades negativas. Antes de poder controlar otras condiciones, debe empezar por controlarse a sí mismo. El dominio de uno mismo es la tarea más difícil que se puede abordar. Si usted no es capaz de
cumplirla con éxito, estará a merced de sí. Cuando se mire al espejo, podrá ver al mismo tiempo a su mejor
amigo y a su peor enemigo.

6. Mala salud. Nadie que no tenga una buena salud puede gozar de un éxito perdurable. Muchas causas de
mala salud son susceptibles de control. Entre ellas, las principales son:
a) Comer exceso de alimentos que dañen la salud.
b) Hábitos de pensamiento erróneos, conducentes a la expresión de actitudes negativas.
c) Abusos y excesiva complacencia en la vida sexual.
d) Falta de ejercicio físico adecuado.
e) Una provisión insuficiente de aire fresco, debida a una respiración inadecuada.

7. Influencias ambientales desfavorables durante la niñez. «A un árbol hay que enderezarlo cuando es
joven», dice el refrán. La mayoría de las personas con tendencias criminales las han adquirido como resultado
de un ambiente desfavorable y de relaciones inapropiadas durante su niñez.


8. La dilación habitual. He aquí una de las causas más comunes de fracaso. La tendencia a dejarlo todo
para más adelante acecha a todos los seres humanos desde la sombra, y esperar su oportunidad para destruir
sus probabilidades de éxito. La mayoría andamos por la vida como fracasados porque aguardamos «el mejor
momento» para empezar a hacer algo que valga la pena. No espere, porque el momento nunca será «el
mejor». Empiece donde esté y trabaje con las herramientas que tenga a su disposición, ya que las irá
encontrando mejores a medida que avance.

9. Falta de persistencia. La mayoría somos buenos para empezar, pero no servimos para terminar todo lo
que comenzamos. Además, la gente tiene propensión a abandonar la lucha ante los primeros signos de
derrota. No hay sustituto para la persistencia. La persona que hace de la persistencia su consigna descubre
que, finalmente, el fracaso se cansa de perseguirle y se va. El fracaso no triunfa sobre la persistencia.

10. Personalidad negativa. No hay esperanza de éxito para la persona que repele a los demás a causa de
su personalidad negativa. El éxito se alcanza mediante la aplicación del poder, y el poder se consigue merced
a los esfuerzos de cooperación con otras personas. Una personalidad negativa no, induce a la cooperación.

11. Falta de control del impulso sexual. La energía sexual es el más poderoso de los estímulos que
mueven a la gente a la acción. Por ser la más poderosa de las emociones, debe estar controlada mediante la
transmutación, y ser canalizada por otras vías.

12. Deseo incontrolado de conseguir «algo por nada». El instinto del juego arrastra a millones de personas al fracaso. De ello se pueden encontrar pruebas en un estudio del crac de Wall Street en el año 29, cuando millones de personas intentaron hacer dinero jugando a la Bolsa.

13. Falta de un poder de decisión bien definido. Los triunfadores toman decisiones con prontitud, y las
cambian, si las cambian, con mucha lentitud. Los que fracasan toman decisiones, si las toman, muy
lentamente, y las cambian rápidamente y con frecuencia. La indecisión y la tendencia a dejar las cosas para
después son hermanas gemelas. Donde una de ellas se encuentra, suele hallarse también la otra. Apresúrese
a anular esta pareja antes de que ella pueda encadenarlo a la rueda del fracaso.

14. Uno o más de los seis miedos básicos. En un capítulo posterior se encontrará el análisis de los miedos
básicos, que es preciso dominar para que uno pueda comercializar sus servicios de manera eficaz.

15. Selección errónea de la pareja en el matrimonio. Se trata de un caso muy común de fracaso. La
relación que se establece en el matrimonio hace que las personas se encuentren en íntimo contacto. A menos
que esa relación sea armoniosa, es muy probable que se produzca el fracaso. Además, será una forma de
fracaso que se verá marcada por la miseria y la infelicidad, y que destruye toda la ambición.

16. Precaución excesiva. La persona que no corre riesgos suele tener que conformarse con aquello que
queda una vez que han elegido los demás. La precaución excesiva es tan perniciosa como la falta de
precaución. Hay que evitar ambos extremos. La vida, en sí misma, está llena de riesgos.

17. Selección errónea de los asociados en los negocios. Ésta es una de las causas más comunes del fracaso en los negocios. Al comercializar sus servicios personales, se ha de tener gran cuidado en seleccionar un patrono capaz de inspirarlo a uno por ser, a su vez, inteligente y triunfador. Las personas emulamos a aquellos con los que tenemos una asociación más estrecha. Así que elija un patrono a quien valga la pena emular.

18. Superstición y prejuicio. La superstición es una forma del miedo, y también un signo de ignorancia. Los
triunfadores son personas de mentalidad abierta que no temen a nada.

19. Elección vocacional errónea. Nadie puede triunfar si se encamina por una senda que no le gusta. El
paso más esencial en la comercialización de servicios personales consiste en elegir una ocupación a la cual
usted pueda consagrarse de todo corazón.

20. Falta de concentración del esfuerzo. Los sabelotodo rara vez hacen nada bien. Concentre todos sus
esfuerzos en un objetivo principal bien definido.

21. El hábito de gastar indiscriminadamente. Los derrochones no pueden tener éxito, sobre todo porque
viven siempre con el temor a la pobreza. Habitúese a ahorrar sistemáticamente un porcentaje determinado de
sus ingresos. Tener dinero en el Banco da a las personas una sólida base de coraje cuando tienen que
negociar la venta de sus servicios personales. Si uno no tiene dinero, ha de aceptar lo que le ofrecen, y
alegrarse de conseguirlo.

22. Falta de entusiasmo. Sin entusiasmo no se puede ser convincente. Además, el entusiasmo es
contagioso, y la persona que lo tiene y lo controla suele ser bien recibida en cualquier grupo de personas.

23. Intolerancia. La persona de mentalidad cerrada, sobre el tema que sea, rara vez sale adelante. Ser
intolerante significa que uno ha acabado de adquirir conocimientos. Las formas más dañinas de la intolerancia
son las que se relacionan con las diferencias de opinión en el terreno étnico, religioso o político.

24. Falta de moderación. Sus formas más dañinas se relacionan con las actividades de la comida, del
consumo de bebidas alcohólicas y de la sexualidad. Los excesos en cualquiera de estos campos son nefastos
para el éxito.

25. Incapacidad de cooperar con los demás. Son más las personas que pierden sus puestos y sus mejores
oportunidades en la vida debido a este fallo que por todas las demás razones juntas. Es un defecto que ningún
líder ni hombre de negocios bien informado está dispuesto a tolerar.

26. Posesión de poder que no haya sido adquirido mediante el propio esfuerzo. (El caso de los vástagos de hombres adinerados, y de otros que heredan un `dinero que no se ganaron.) Con frecuencia, el poder en manos de alguien que no lo ha adquirido poco a poco es fatal para el éxito. El enriquecimiento rápido resulta más peligroso que la pobreza.

27. Deshonestidad deliberada.
No hay sustituto para la honestidad. Se puede ser deshonesto por la fuerza
de las circunstancias, sobre las que uno no tiene control alguno, sin sufrir un daño permanente. Pero no hay
esperanzas para la persona que lo sea por propia elección. Tarde o temprano quedará prisionero de sus actos y los pagará con la pérdida de su reputación, quizás, incluso de su libertad.

28. Egotismo y vanidad. La utilidad de estas cualidades es que sirven a modo de luces rojas a los demás
porque les advierten que se mantengan a distancia. Son fatales para el éxito.

29. Adivinar en vez de pensar. La mayoría de las personas son demasiado indiferentes o perezosas para
procurarse los hechos que les permitan pensar con precisión. Prefieren actuar basándose en «opiniones»
fundadas en conjeturas o en juicios precipitados.

30. Falta de capital. He aquí una causa de fracaso común entre aquellos que se inician por primera vez en
los negocios y no disponen de capital suficiente para absorber el impacto de sus errores y para sostenerlos
hasta que hayan afianzado su reputación.

31. Bajo este rubro, anote cualquier causa de fracaso que usted haya experimentado y que no haya sido incluida aquí. En estas treinta y una causas principales de fracaso se encuentra una descripción de la tragedia de la vida,que es válida para casi todas las personas que hagan un intento y fracasen. Será bueno que consiga la ayudade alguien que lo conozca bien para recorrer juntos esta lista, de modo que le ayude a analizarse en función de cada una de las causas de fracaso, pero también le beneficiará hacerlo solo. La mayoría de las personas no son capaces de verse como los demás las ven, y es posible que usted sea una de ellas.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Las ruinas circular - Jorge Luis Borges

Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres. El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó sin asombro que las heridas habían cicatrizado; cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito; sabía que los árboles incesantes no habían logrado estrangular, río abajo, las ruinas de otro templo propicio, también de dioses incendiados y muertos; sabía que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los hombres de la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia. Sintió el frío del miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas desconocidas.
El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los leñadores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar.
Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza dialéctica. El forastero se soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a muchos siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo.
A las nueve o diez noches comprendió con alguna amargura que nada podía esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividad su doctrina y sí de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicción razonable. Los primeros, aunque dignos de amor y de buen afecto, no podían ascender a individuos; los últimos preexistían un poco más. Una tarde (ahora también las tardes eran tributarias del sueño, ahora no velaba sino un par de horas en el amanecer) licenció para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedó con un solo alumno. Era un muchacho taciturno, cetrino, díscolo a veces, de rasgos afilados que repetían los de su soñador. No lo desconcertó por mucho tiempo la brusca eliminación de los condiscípulos; su progreso, al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo maravillar al maestro. Sin embargo, la catástrofe sobrevino. El hombre, un día, emergió del sueño como de un desierto viscoso, miró la vana luz de la tarde que al pronto confundió con la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa noche y todo el día, la intolerable lucidez del insomnio se abatió contra él. Quiso explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzó entre la cicuta unas rachas de sueño débil, veteadas fugazmente de visiones de tipo rudimental: inservibles. Quiso congregar el colegio y apenas hubo articulado unas breves palabras de exhortación, éste se deformó, se borró. En la casi perpetua vigilia, lágrimas de ira le quemaban los viejos ojos.
Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del orden superior y del inferior: mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Comprendió que un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme alucinación que lo había desviado al principio y buscó otro método de trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposición de las fuerzas que había malgastado el delirio. Abandonó toda premeditación de soñar y casi acto continuo logró dormir un trecho razonable del día. Las raras veces que soñó durante ese período, no reparó en los sueños. Para reanudar la tarea, esperó que el disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificó en las aguas del río, adoró los dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió. Casi inmediatamente, soñó con un corazón que latía.
Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor evidencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La noche catorcena rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido.
En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elemental como ese Adán de polvo era el Adán de sueño que las noches del mago habían fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyó toda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido destruirla.) Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, se arrojó a los pies de la efigie que tal vez era un tigre y tal vez un potro, e imploró su desconocido socorro. Ese crepúsculo, soñó con la estatua. La soñó viva, trémula: no era un atroz bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y también un toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló que su nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le habían rendido sacrificios y culto y que mágicamente animaría al fantasma soñado, de suerte que todas las criaturas, excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos, lo enviaría al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó.
El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmente abarcó dos años) a descubrirle los arcanos del universo y del culto del fuego. Íntimamente, le dolía apartarse de él. Con el pretexto de la necesidad pedagógica, dilataba cada día las horas dedicadas al sueño. También rehizo el hombro derecho, acaso deficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de que ya todo eso había acontecido... En general, sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba: Ahora estaré con mi hijo. O, más raramente: El hijo que he engendrado me espera y no existirá si no voy.
Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenó que embanderara una cumbre lejana. Al otro día, flameaba la bandera en la cumbre. Ensayó otros experimentos análogos, cada vez más audaces. Comprendió con cierta amargura que su hijo estaba listo para nacer -y tal vez impaciente. Esa noche lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cuyos despojos blanqueaban río abajo, a muchas leguas de inextricable selva y de ciénaga. Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje.
Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculos de la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los hombres. Percibía con cierta palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutría de esas disminuciones de su alma. El propósito de su vida estaba colmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse. El mago recordó bruscamente las palabras del dios. Recordó que de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que su hijo era un fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temió que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera de algún modo su condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo! A todo padre le interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad; es natural que el mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraña por entraña y rasgo por rasgo, en mil y una noches secretas.
El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches; después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

"NO IMPORTA TANTO LA CLASE DE TIERRA EN LA QUE SE SIEMBRE COMO LA CLASE DE PERSONA QUE VAYA A SEMBRARLA, EL LABRADOR PREPARADO EN SU OFICIO SACA PROVECHO DE LA TIERRA MAS POBRE MIENTRAS QUE EL INEPTO VIVE EN LA MISERIA AUN EN EL TERRENO MAS FERTIL"

Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento. ( Eleanor Roosevelt )

martes, 7 de diciembre de 2010

SI ME MIRAS

Si me miras con ternura como antes me mirabas…

Notarás cierta nostalgia de alegría disfrazada,

notarás que mi silencio es un grito que desgarra,

que mis manos ya cansadas, poco saben de caricias

se adormecen a tu tacto, manos heridas y sabias.

Si me abrazas y me amas, como antes me abrazabas

notarás al simple roce que mi corazón se acalla,

ya no late desmedido con alondras en su vuelo

es un latir sereno que nos une entre tus brazos,

cansado corazón tengo, amando sólo retazos,

toma mi mano, aférrate como puedas…, sortilegio…

revive cada momento, entorna los ojos y mira

por la hendija de los sueños y bebe de la fuente

de agua mansa que destilaron los años aquellos,

qué no todo está perdido, ¡qué te amo!, que te quiero…

Si me miras con ternura, por un instante perpetuo,

notarás en mi semblante, candidez de otros tiempos.



Mari Carmen

lunes, 6 de diciembre de 2010

Reflexiones sobre el amor - Leo Buscaglia


La inflexibilidad en el amor

   Hace muchos años tuve un maestro budista en Tailandia que ejemplificaba la supervivencia  emocional sencillamente. “Seamos como el bambú, decía, es fuerte en el exterior y suave y abierto en el interior. Tiene las raíces fuertes y plantadas en el suelo y estas se entrelazan con otras para lograr fuerza y apoyo mutuo. El tallo se balancea libremente con el viento sin resistirse. Todo lo que es flexible es mas difícil de romper”
   A veces, al enfrentarnos a la frustración, en lugar de mantenernos fuertes, nos rendimos. En general las cosas no son del todo buenas o del todo malas. La vida no es tan simple. Las respuestas y las soluciones que buscamos generalmente se encuentran en un término medio. Cuando insistimos en ver todo negro o blanco, nos alejamos de la realidad. Ceder no significa renunciar, del mismo modo en que ser flexible no es un signo de que crecemos de convicciones. En la mayoría de los casos, cuando cedemos un poco obtendremos más de lo que nos imaginamos.

  • frente a tantos colores maravillosos que hay en este mundo. Es una lastima ver todo blanco o negro. (Dennis R. Little)
  • el único trauma perdurable es el que sufrimos sin lograr un cambio positivo.


El temor de ser vulnerables

   Algunas personas están convencidas de que solo están emocionalmente seguras cuando permanecen protegidas, ocultas e introvertidas. Se cuidan de no revelarse a si mismas por temor a quedar expuestas e indefensas. Al estar protegidas e inaccesibles, sus relaciones nunca traspasarían el nivel superficial. Al mismo tiempo, se lamentan de no tener la intimidad necesaria para el amor.
   Cuando nos defendemos, protegemos y custodiamos, nos aislamos en la soledad. Así nos podemos escapar de graves traumas emocionales, pero al hacerlo, nos perdemos la maravilla de la verdadera intimidad. Solo tendremos posibilidades de tener éxito en el amor si permanecemos vulnerables.
  Nos engañan, traicionan o embaucan, al menos podremos decir que lo hemos intentado. Y, en cierto modo, tendremos éxito si impedimos que las cicatrices de la experiencia formen una coraza impenetrable. Cuando nos demos cuenta de que la vulnerabilidad es la esencia del amor, sin duda lograremos que las heridas cicatricen para intentarlo nuevamente.

  • la única y verdadera felicidad nace de esforzarnos por lograr un propósito. (William Cooper).
  • El amor crea un nosotros sin destruir el yo


Una sana condición para el amor incondicional

   Con frecuencia se oye hablar del amor incondicional. Está de moda jurar que amaremos “sin condiciones”, pero rápidamente nos damos cuenta de que es difícil cumplir con la condición de amar incondicionalmente. De hecho, en el amor existe una condición obligatoria que es dejar crecer al otro como un individuo separado de nosotros. Si por un instante sentimos que no lo estamos cumpliendo, debemos examinar inmediatamente y detenidamente nuestro amor. No solo debemos respetar la necesidad de crecer que tiene el otro, sino también alentarlo, aunque corramos el riesgo de perderlo. Parece irónico, pero la única forma de crecer unidos es permitir que cada uno crezca por separado.
   La idea de que para que dos personas conserven el amor deben fusionarse por completo es falsa. La imagen de encender el fuego resulta acogedora hasta que nos quedamos sin combustible porque ninguno de los dos salio a buscarlo. Por el contrario, cuando lo hacemos, regresamos y encontramos el fuego vivo capaz de calentarnos a los dos.

  • las cosas no cambian, nosotros si (Henry David Thoreau).


El flujo natural del amor

   Mi madre, en su lecho de muerte, me retó por estar llorando.
-¿A que te estas aferrando? –me preguntó. En ese momento estaba demasiado aturdido y triste como para que la sabiduría de sus palabras llegara a mí mente. Sin embargo, más tarde, logre entender que ella me pedía que continuara con mi vida. Su tiempo ya había pasado mientras que la mayor parte del mío aún estaba esperando.
   Desde ese momento aprendí a dejar atrás las cosas y resultó mucho más fácil. Hace poco me mudé de la casa donde había vivido desde hacía más de cuarenta años. Recuerdos llenos de alegría, dolor, belleza, sueños, personas y aventuras invadían cada ropero y cajón de las habitaciones. Creí que nunca iba ser capaz de abandonarla y dejarla a extraños.
   Pero recordé la pregunta de mamá y sencillamente cerré la puerta y me alejé. Fue tan simple. Me di cuenta de que los recuerdos y los sueños que tanto valoraba no quedaban escondidos en roperos y cajones sino que estaban dentro de mí y que podía llevarlos a donde quería.
   Es humano aferrarnos a lo que tenemos, pero al hacerlo, destruimos el flujo natural de la vida.
   También existe un movimiento natural del amor. No comienza y termina ni tampoco se encuentra fijo en un punto de nuestras vidas. Es continuo y expansible, se expresa en experiencias nuevas y al mismo tiempo vive para siempre en los cálidos recuerdos.

  • me interesa el futuro porque allí es donde voy a vivir el resto de la vida (Charles F. Kettering).
  • Quien descansa a los brazos del amor, generalmente despierta a los pies de la desilusión.


Nunca te canses de decir: “Te amo”

   No me puedo imaginar palabras con tanto poder como la frase tan simple “te amo”, Francoi Villon, el poeta francés, escribió: “Te amo. Es fácil de pronunciar estas palabras sin embargo mi corazón tiembla cuando lo hago ya que tienen un significado tan pleno y melodioso como la campana de la muerte.”
   No debemos cansarnos de expresar el amor, ya que sin duda nunca nos cansamos de oírlo cuando nos lo expresan. Es increíble lo fácil que nos resulta utilizar estas palabras con seres inanimados. Nos sentimos seguros al amar nuestro automóvil, nuestro abrigo nuevo o los fideos con salsa de carne. Pero nos resulta difícil expresar nuestro amor por otros seres humanos, inclusive aquellos que están junto a nosotros.
   En mi clase sobre el Amor les pedí a cada uno de los estudiantes que regresaran a casa, miraran a sus padres a los ojos y les dijeran: “te amo, papá”. Esta tarea fue motivo de enorme ansiedad. Las respuestas de los padres fueron sorprendentes, desde el asombro total que sólo les permitió tartamudear un “me alegro, pero ¿Qué te sucede?” hasta “lo se, no necesitas decírmelo”.
   El mensaje “Te amo” no puede transmitirse sin ser dicho. Inclusive, es necesario que lo pronunciemos siempre que haya amor.

  • Existe más hambre de amor y aprecio en este mundo que de pan (Madre Teresa).


El amor y la perfección

   La perfección humana es una ilusión. Nadie es perfecto; nada es perfecto. En el arte, la falla es la que hace que la obra maestra sea más intrigante.
   La vida es la lucha de hacer todo lo mejor posible. El problema es creer que no recibiremos amor a menos que logremos los niveles más altos de perfección. Esta opinión trae como consecuencia conductas compulsivas que solamente debilitan nuestras energías y no nos llevan a ningún lado.
   Esta idea es tan extrema que algunos intentan suicidarse porque se les quemo la carne. Otros transforman la jardinería en una obsesión porque se empecinan en tener el parque más trabajado del barrio. Estas personas se comportan como si los errores o las pequeñas imperfecciones fueran manchas permanentes e irreversibles en sus imágenes tan cuidadas.
   Muy pocos mueren de imperfección. A la mayoría se les permite intentarlo nuevamente para mejorar decisiones y comportamientos. No necesitamos hacer todo bien siempre.
   Cuando dejamos de lado la necesidad neurótica de ser perfectos, nos liberamos de la presión de la santidad y aprendemos de nuestros errores en lugar de ser destruidos por ellos.


Amor eterno

   Hay muchos libros dedicados a enseñar como mantener vivo el amor, y esto se puede resumir en dos palabras: esfuerzo constante. Cuando nos dejan de lado, nos ignoran, nos hieren, nos rechazan, debemos actuar como el corazón que continua latiendo, inclusive en un cuerpo herido, debemos seguir luchando. Si no estamos preparados para ser flexibles en el amor, tendremos que estar preparados para tener una relación breve.
   Casi todos somos culpables de haber dejado caer los brazos por la desesperación frente a un acto sin amor o un problema sin solución en nuestras relaciones amorosas. Cada intento para rectificar la situación parecía empujarnos a otro fracaso y a veces la razón, para seguir intentándolo.
   No podemos vivir sin amor, y por ello debemos levantarnos y tratar de seguir luchando. Nos ayudará pensar que hay pocos obstáculos que pueden vencer a la perseverancia, la determinación, la paciencia y, menos aún, al amor.

  • No importa que te derrumben. Lo único importante es que te vuelvas a levantar. (Vicent Lombarda).
  • Las mentes son como los paracaídas solo funcionan cuando están abiertas.


La separación absoluta es una ilusión

   Todo esta conectado. Se dice que una hoja no cae ni un niño es abandonado sin que todos, de algún modo, resultemos afectados. Debemos aceptar el hecho de que el mundo es pequeño y que, a medida que pasa el tiempo, se va haciendo más perceptiblemente pequeño. Ya no hay un lugar donde podamos escondernos de los demás.
   No existe una pared lo suficientemente alta o fuerte como para separarnos de la soledad y la desesperación de los que nos rodean. Aunque nos convenzamos de que no necesitamos a los demás, ellos nos necesitan. El amor es la unión más eficaz, entre todas las cosas. Tiene el poder de iluminar, cicatrizar, unir, enriquecer y restaurar. Todo lo que necesitamos en permanecer abiertos a él.

  • Del mismo modo que la ola no pede existir por si misma, ya que siempre participa del movimiento del océano, nosotros no podemos experimentar la vida por nosotros mismos sino que debemos compartir la experiencia de la vida que se desarrolla alrededor. (Albert Schweitzer)










“En busca de uno mismo” - Jaime Barylko


“Un cazador dispara un tiro en un 
bosque, cae su presa, y corre a recogerla. Sus botas tropiezan con un hormiguero de dos pies de altura, destruye el alojamiento de las hormigas y las dispersa, lo mismo que sus huevos… Las hormigas más filosofas nunca podrán comprender que es ese cuerpo negro, inmenso, espantoso; la bota del cazador, que de pronto ha penetrado en su vivienda con una rapidez increíble, precedida de un ruido terrible y acompañado de chispas de fuego rojo…
  Así la muerte, la vida, la eternidad serían muy sencillas para quienes tuvieran órganos lo suficientemente grandes para poder concebirlas.
   Una mosca efímera nace a las 9 de la mañana en los largos días de verano, para morir a las 5 de la tarde, ¿Cómo podría comprender la palabra noche? Dadle cinco horas más de vida y verá y comprenderá lo que es la noche.”

“En busca de uno mismo”
Jaime Barylko